¿Mi hijo tiene depresión?
En los niños la depresión muchas veces tiene expresiones difíciles de identificar por lo que en algunas ocasiones es confundido por los adultos con flojera, dejación o mal genio. A esto se suma la incapacidad o limitación que presentan los niños pequeños para expresar con precisión sus estados de ánimo. Por esto, la pronta detección de la depresión en un niño depende de la observación aguda de algún adulto que identifique cambios significativos en el comportamiento y estado de ánimo del niño o niña.
Muchas veces dificultades provenientes de la propia familia del niño, sumada a otras condiciones de vulnerabilidad emocional del éste, pueden gatillar un trastorno depresivo. Variables tan diversas como que alguno de los padres presente depresión u otra forma de alteración psicológica, mala relación padres-hijo/a, mala relación entre hermanos, conflictos conyugales, divorcio de los padres o cesantía de alguno de éstos o incluso el nacimiento de un hermano, pueden ser condiciones de estrés emocional que desencadenen una depresión en el niño. Asimismo, dificultades que el niño experimente en su vida extra familiar como fracaso escolar o fracaso en tener amigos, pueden también desencadenar el desarrollo de trastornos depresivos.
Sin embargo, el sólo hecho de estar expuesto a una situación difícil como las que se señalaron no produce necesariamente una depresión en el niño. Factores ambientales como la existencia de apoyo y contención familiar, una buena comunicación con los padres y una relación cercana y afectuosa con éstos -que le provea al niño la sensación de ser querido y aceptado-, son variables que pueden amortiguar el efecto negativo de las situaciones difíciles de vida que experimente. Esta contención emocional también puede ser brindada por miembros de su familia extensa (abuelos, primos, tíos), o a través de la participación del niño en alguna actividad escolar o extra-escolar gratificante, o en la relación con amigos. Estas redes favorecen los recursos personales del niño para enfrentar las dificultades y superarlas.
Cuando las condiciones protectoras o amortiguadoras no existen en la familia o en la comunidad del niño, o momentáneamente no se encuentran disponibles para el niño, éste puede llegar a desarrollar una Depresión Infantil.
¿Qué síntomas manifiesta un Niño con Depresión?
Los síntomas de depresión infantil son diversos y abarcan distintas ámbitos del comportamiento del niño, todos ellos observables.
A nivel emocional se pueden observar tristeza, desesperanza, cambios bruscos del humor, irritabilidad, pérdida de interés y disfrute, llantos excesivos, ideas de muerte que pueden llegar en las casos más graves a ideación suicida o conductas de autoagresión. Este es el riesgo más grave que pueden presentar algunos niños “desde la edad escolar y principalmente en la adolescencia.
A nivel conductual estos niños pueden presentar indisciplina escolar, rabietas, protestas, riñas, desobediencia, hasta consumo de drogas en el caso de los adolescentes, y en el ámbito social es frecuente observar aislamiento, ensimismamiento.
También se presentan síntomas de tipo psicosomático, que se expresan como pérdida de energía, cambios en el sueño y apetito, fatiga, insomnio, pérdida o aumento de peso, quejas somáticas diversas como dolores de estomago, musculares, cefaleas. Estos síntomas se presentan de manera significativa en niños pequeños que sufren depresión.
La depresión también afecta el funcionamiento cognitivo por lo que es frecuente encontrar problemas de concentración, dificultades de memoria, de lo que se puede deriva una baja de rendimiento escolar y una desmotivación frente a la escuela.
Se plantea que muchas dificultades que pueden presentar los niños y que se manifiestan como trastornos de conducta, irritabilidad, hiperactividad, enuresis (incontinencia urinaria), trastornos del aprendizaje y quejas somáticas diversas, pueden estar enmascarando una depresión.
Si usted detecta algunos o varios de estos cambios en su hijo y éstos persisten por un tiempo considerable (más de dos semanas), es importante que acuda a su pediatra o a un psicólogo o psiquiatra infantil de su confianza.